Inquieto dentro
y fuera de la cancha. Un metro 68. Piel morena, sangre carioca. Sonrisa picara
y provocadora. "Si no salgo de noche no meto goles", dijo en
varias oportunidades. Pero él no podía vivir sin el gol, y el gol, no podía
vivir sin él.
Nació en
Río de Janeiro, año 1966. Acompañado por el irritante y furioso sol de enero en
las playas Brasileras. Podríamos pesar también que emergió en la noche, por
lo bien que se mueve bajo la luna.
Romario Da
Souza Faria, para los amigos Romario, O Baixinho o Chapulín, tuvo una relación
adictiva con la red desde su debut por el año 1985 en Vasco Da Gama. Recorrió
el mundo con el idioma universal del gol. PSV Eindhoven, Barcelona y Valencia
en Europa. Al-Sadd
(Qatar) en Asia y Adelaide
United (Australia) en Oceanía. En cada continente hizo conocer el rigor de su
derecha furiosa. Cada país conoció el puntinazo fatal de corto recorrido.
La
disciplina del Chapulín fue inversa a su talento. Un hombre imposible de domar.
Amante ferviente del alcohol, mujeres y las fiestas en las arenas de su tierra.
No podía evitar viajar a su país durante la semana, faltar a entrenamientos y
discutir con los técnicos de turno.
Esta falta
de orden y malos modales hicieron que el goleador quedara afuera del Barcelona
de Johan Cryuff. La leyenda cuenta que el Barça
contrató un detective privado para seguirlo."Esta ronda te la pago
yo, que te va a costar un riñón la noche", le dijo Romario, y a su manera,
lo invitó a tomarse algo. A pesar de esto fue campeón y goleador en su primera
temporada, con el récord histórico de cinco hat tricks (tres goles en un mismo partido). Más adelante fue
superado por Messi (siete en la liga). Tal vez su mejor partido fue en el Nou
Camp frente al Real Madrid. Hizo tres goles, ganó 5-0 e inmortalizó una jugada.
Cola de vaca. Rafael Alkorta, defensor merengue, fue la víctima elegida para
salir en la foto, humillado por el animal del gol.
El Bajito, único jugador que fue goleador 14 veces en la
primera división; diez en Brasil, tres en Holanda y una en España. Con la
selección también pisó fuerte. Campeón del Mundo en 1994 (Balón de Oro en el
mundial). Copa América 1989 y 1997. En 1998 fue el máximo artillero en los
Juegos Olímpicos de Seúl, entre muchas otras distinciones personales.
También disfrutaron de su fútbol Flamengo y Fluminense. En
su etapa final en el Vasco Da Gama, volvió a dar que hablar. En octubre de
2007, el antihéroe de la disciplina, hizo de entrenador-jugador, lo único que podía llegar a faltarle.
"Se acabó. Mi tiempo ya pasó", rezó el goleador.
Abril de 2008, con 42 años de edad. Se despidió en su tierra, para el America
Do Río. A pesar de esto, volvió en el 2009 para jugar algunos partidos en honor
a su padre fallecido, Edevair Da Souza Faría, hincha fanático del Diabo (apodo del America Do Río). Años
antes había visitado a los capos del narcotráfico carioca para que se encargaran
de traer sano y salvo a su padre secuestrado.
No sabe a ciencia cierta cuantos goles tiene Romario. Sólo
que fueron muchos. Según su espíritu indomable, gritó 1.002 veces. Otras
fuentes oficiales FIFA aseguran 568 goles. Un estudio realizado por “El
Gráfico” lo condecora como mayor goleador de la historia del futbol con 768
tantos (incluye competiciones oficiales y partidos amistosos con la selección).
Sería una estupidez reparar en la cantidad de goles. La polémica deja muchas
veces fuera de foco lo que es realmente importante.
Romario. No se le puede poner puertas al bosque ni candados
al río. Estirpe carioca, derecha poseída por la red. El puntín encantado. Animal
del área y del gol. Me queres como soy o me odias. Si escuchas en una playa o
baldío de Brasil: “Aquí vem O Baixinho da gol”, tené cuidado, el chapulín nunca
se fue. Siempre espera clavarla abajo, en el segundo palo.
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