El bigote poblado o la barba militante. El pelo, para donde
lo acomodara el viento. Simpático y gracioso. Liviano, de contextura física
chica. Un metro 70. Amante vehemente de la pintura. Hombre con un amplio nivel
cultural. Inquieto político. Creador por naturaleza. Ideales y gambeta. ¿El
primer jugador Bohemio?
Como es una provincia de Italia. Su capital, del mismo
nombre, se ubica 45 kilómetros al norte de Milán. El turismo y la industria de
la seda son la principal fuente económica. Este sector vería nacer, en plena guerra mundial,
febrero de 1943, a un ser de único. Luigi Meroni, para los amigos, Gigi Meroni.
Por su personalidad, se convertiría muy rápido en un personaje querido por el
público italiano y vanagloriado por la gente del Torino.
El 4 de mayo de 1949,
el vuelo Fiat G212 sufrió un trágico accidente. El avión se precipitó contra la
muralla de un terraplén posterior a la Basílica de Superga. En ese mismo vuelo,
varios jugadores del Torino que venían de jugar un amistoso contra el Benfica
en Lisboa perdieron la vida. Serían diez de 18 hombres del plantel. Esos
titanes eran responsables de la alegría de todo un pueblo. Casi invencibles,
habían ganado cinco campeonatos al hilo. El hombre que comandaba la nave se
llamaba Luigi Meroni. Coincidencias del destino. Mientras tanto, nuestro Gigi,
hincha fanático del Torino tiraba gambetas cortas en los suburbios de Como.
Emulaba a sus héroes fallecidos y soñaba con jugar en el Calcio. Era huérfano
desde muy chico, el menor de tres hermanos.
A pesar de que debutaría en 1961 para el Calcio Como, y
jugaría un año después en el Genoa, la historia fuerte de Meroni iba a
estar en Turín, ciudad por excelencia del Torino Football Club. Su gambeta
apasionada, conmovedora y desequilibrante haría su sueño realidad. El entrenador
Nereo Rocco lo hizo debutar con 19 años en el club de sus amores. Jugó como
extremo, en la derecha. Número 7. Inseparable. Acoplado en la espalda e historia de Gigi.
La Farfalla Granna, mariposa grana en italiano, el apodo
que los simpatizantes del Torito le daban a Luigi. Porque volaba. Era
inalcanzable. Una vez que levantaba velocidad, planeaba, humillaba al que se intercalaba entre la pelota y el
arco. También lo llamaban Calimero, por un famoso pollito de los dibujos animados, con apariencia frágil, era chiquito y lucía
un peculiar peinado. Gracias a su carisma y rapidez, comenzó a ser un mito en Turín.
“Primero te regateaba varias veces, pero luego, cuando la
jugada había acabado, se paraba para consolarte por lo que te había hecho”,
dijo Dino Zoff, legendario arquero de la Juventus y la selección italiana. Nunca pudo olvidar ese
bailoteo. “Gigi no era carne, nervio y músculo. Era genialidad, comprensión,
coraje y altruismo”, expresó Francesco Ferraudo, ex presidente del Torino.
La leyenda viva de Meroni iba de la mano con su vida
privada. Se lo podía ver con frecuencia pasear a su mascota por las calles de
Turín. Una gallina. Entre sus locuras se encuentra el haber dejado
plantada a su amada Cristina. Su novia polaca le insistió reiteradas veces con
casarse, el crack aceptó y puso fecha. Pero el día de la ceremonia nunca
apareció. No podía estar atado a nada, sólo al amor por la pelota.
Con la selección italiana fue seis veces internacional, y marcó dos goles. Participó del mundial de Inglaterra en 1966, en donde su país quedó eliminado en primera fase. Era una época de ideas duras en Italia. Ver a un pintor bohemio, insolente y de barba guevarista hacia vomitar a cualquier jerarca facista. Por esto echaron en cara a Gigi el fracaso del 66.
Con la selección italiana fue seis veces internacional, y marcó dos goles. Participó del mundial de Inglaterra en 1966, en donde su país quedó eliminado en primera fase. Era una época de ideas duras en Italia. Ver a un pintor bohemio, insolente y de barba guevarista hacia vomitar a cualquier jerarca facista. Por esto echaron en cara a Gigi el fracaso del 66.
La desgracia invadiría
otra vez al Torino. La última pintura de Farfalla Granna sería frente a la Sampdoria,
una tarde de octubre, año 1967. El Torito ganó 4-2, y el astro había
hecho delirar a la gente de Turín. Entre ellos estaba Atilio Romero, fanático
rabioso de Meroni. “Lo amaba por encima de todas las cosas, tanto como a mis
padres”. Una vez finalizado el partido, Atilio puso en marcha su auto y dobló
en la calle Re Humberto. En ese momento, envistió a una persona que cruzaba.
Cuando bajó, la sorpresa fue terrorífica. Era Gigi Meroni. Había terminado con
el vuelo de La Mariposa Grana. "Se
me echó encima, no sabía quién era hasta que al bajar del vehículo lo vi
tendido en el suelo. Enseguida llamé a mi padre, que era médico. Fuimos al
hospital pero no se pudo hacer nada", dijo Romero años más tarde. Cayó en una profunda depresión, nunca pudo perdonarse la muerte del 7, pero gracias a tratamientos
psicológicos intensivos y el cariño de la gente del Torino pudo salir adelante, y hasta se convirtió 34 años después de la tragedia en el presidente del Toro.
Una vez más la historia dio un vuelco inesperado por los pagos de Turín .
Rebelde. Carismático.
Bohemio que se disfrazada para jugar cada domingo. Gambeteador eléctrico.
Ideales zapatistas. Amante de los Beatles y el jazz. La
lengua insolente y desfachatada. Pintor y poeta. La Farfalla Grana, Calimero o
Luigi. Si alguna vez caminas por las calles de Piamonte, pregunta por Gigi Meroni,
El Ángel de Turín.
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